martes, 11 de octubre de 2016
sábado, 8 de octubre de 2016
Jonas Kaufmann, presencia escénica rara en la ópera
También Mozart ayudó a Jonas Kaufmann (1969) a hacerse conocido en el año 2003 y en este caso no hubo malos pasos ni tropiezos que impidieran que el tenor bávaro conquistara la escena mundial. Para ello, pasarían 10 años, los suficientes para decir que Kaufmann es el primer cantante alemán global, el hombre que sucedió a generaciones de italianos, españoles y suecos (es decir, Pavarotti, Di Stefano, Domingo, Carreras, Björling o Gedda, entre muchos) en la hegemonía de la lírica. Kaufmann, además, tiene un arma que ninguno de sus antecesores manejó, a excepción tal vez del italiano Franco Corelli: una apostura física y presencia escénica rara en la ópera.
Quizá es Kaufmann el mejor tenor que aparece en Alemania desde los tiempos de Wunderlich. Ha habido cantantes germanos de mérito y figuras sobresalientes en la familia de los heldentenoren, pero Kaufmann es una suerte de personalidad insaciable y de “tenista” que juega igual de bien en todas las superficies. Tanto por las aptitudes teatrales como por la versatilidad, que nunca ha descuidado la sensatez ni el instinto artístico. De hecho, su consagración internacional como tenor imprescindible se remonta a apenas seis o siete temporadas. Ha tenido paciencia. Ha perseverado en los papeles secundarios. Y ha sabido aprovechar las oportunidades. Desde la sorpresa en el Covent Garden (La rondine) hasta su impecable Alfredo neoyorquino y su espléndido Werther de París.
Unos y otros papeles sobreentendían que Kaufmann era un tenor lírico puro, aunque su competencia en Carmen y sus primeras incursiones wagnerianas implicaron una apertura hacia el repertorio de riesgo. Puede avanzarse, pero ya no se puede retroceder. La prueba está en que el tenor bávaro ha tuteado enciclopédicamente el catálogo verdiano -Trovatore, Don Carlo-, acaba de probarse como protagonista de La fanciulla del West (Puccini), se ha convertido en el Lohengrin del siglo XXI y tiene entre sus planes acometer el papel sagrado, absoluto de Otello.
viernes, 8 de abril de 2016
Madama Butterfly llega a Madrid por amor. La fábula romántica más dramática de la ópera
El oficial Pinkerton llega a Nagasaki en misión de la marina estadounidense. Allí le presentan a la joven Cio-Cio-San (Butterfly), que se enamora perdidamente de él. Pero Pinkerton regresa a su país, dejando abandonada a la joven geisha, que está esperando un hijo. Butterfly siempre espera el regreso del marino. Cuando este finalmente vuelve, lo hace acompañado por su esposa norteamericana. Butterfly, pensando en el futuro de su hijo, toma una drástica determinación...
Giacomo Puccini estrenó esta ópera romántica en La Scala de Milán el año 1904. En los años siguientes se presentó en todo el mundo, llegando a Madrid en 1907. Arias como Vieni la será o Un bel di vedremo se hicieron rápidamente populares y Madama Butterfly se convirtió en prototipo de heroína romántica capaz de morir por amor.
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